Hace unos días, en mi primera incursión con los vídeos de Instagram, os explicaba un poco lo que opino sobre este tema. Bueno, de hecho empecé a contaros el tema del handmade, que parece que ahora todo lo es. Y mira, no. Poner al mismo cajón el montaje de piezas y un oficio que consiste en fundir metal, darle forma, soldar con precisión, serrar, limar (dejarse las manos y los dedos hechos una mierda, sí), pulir, golpear… Pues no. Es que no tienen nada que ver. Lo iréis viendo poco a poco en mis publicaciones, donde os enseñaré los procesos de fabricación de una pieza. Y también iré hablando más de ello.
Que no digo yo que no se puedan hacer las dos cosas, pero no todo es handmade. Es como decir que los muebles de Ikea son handmade por el simple hecho que los montamos con nuestras manitas. ¿Verdad que no?
Pero bueno, todo esto venía porque llevo tiempo viendo (también en Instagram), mucha gente que llama “taller” a su habitación de montaje. A ver. Si miramos el significado de “taller” en un diccionario, pues igual podríamos darlo por bueno:
Vale, sí. Nuevamente, si aceptamos que lo de montar anillas es hecho a mano, entonces igual sí. Pero ya os aseguro yo que, si entráis en un taller de metalurgia (como el que tienen mis padres) o de un carpintero, o de una ceramista o, efectivamente, de un joyero, eso no tiene nada que ver con mesas de madera de pino limpias y paredes impolutas con cuadritos monos colgados. En un taller tiene que haber caos, todo tipo de herramientas, algunas viejas y oxidadas o serrín o barro o aceite de máquina. Que sí, que también pueden ser “cuquis”, pero a otro nivel.
Pero bueno, esta es mi opinión (y la de varias artesanas con las que continuamente hablo de este tema), y os aseguro que tengo mucha guerra que dar con esto. Así que no me quiero alargar más, que habrá segundas partes.
¡A pasarlo bien!